miércoles, 3 de septiembre de 2008

El Tigre

Ningún miedo conocido
podía representar
lo que me poseía en aquel momento
y sin embargo, me acerqué al tigre
como el que se acerca a la puerta de un templo


En una noche de insomnio y lluvia maté al tigre.
Tenía derecho. Yo lo creé.

Lo hice de costumbres, temores, precauciones
y lo puse a la puerta de mi templo
para que nadie la traspasara.

Se paseaba de un lado a otro,
cabal en su papel de guardián.
Al final, ni siquiera yo
podía acercarme a la puerta.

Esa noche insomne veía las pupilas del tigre
brillar en la oscuridad.
Algo presentía el tigre, se revolvía inquieto,
invocaba extraños conjuros de tiempos pasados.

Tomé la hoja en blanco
la llené de
dolores, soledades,
desamores, inseguridades,
lágrimas.
Y la expuse al viento, a la luna, a la lluvia.

Cada palabra fue destripando al tigre.
Sus vísceras humeantes
fueron incienso
en el altar de mi liberación.
Con su sangre me bañé
hasta quedar desnuda de culpas.
Pasé por encima de su cadáver,
atravesé la puerta prohibida
para los demás
para mí
Y dormí,
con el sueño sereno
de los que ya nada temen.

Diana

1 comentario:

. dijo...

Me gustan mucho varias imagenes de este relato. Saludos.

Tomas