martes, 21 de abril de 2009

TIEMPO


Allí, en la grama oscura.


Ella encima de él, moviéndose al ritmo de los tambores. Se recoge el cabello y lo mantiene arriba con ambas manos. El sudor cae por su cuerpo.


Abajo él, con piel oscura y manos fuertes. Esta vez, sintiéndose dominado. La toma por las caderas siguiendo el pulso, cada vez más acelerado, de los sonidos. Observa sus mamas blancas, engrandecidas a cada instante, y su mirada embriagada exigiendo polución. Se siente enardecido, como nunca. Piensa, intenta no hacerlo. Se detiene y le pide tiempo.


Ella continua, él la para con fuerza.


- Tú no, otra vez no- dice ella.


Se escucha un grito confundido entre los tambores. La navaja se hace parte de su órgano.

Ahora él disfruta, eternamente, del tiempo.

Beira Díaz

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