Al tiempo, recibió el cheque de liquidación; fueron muchos años de trabajo marital.
Invirtió el dinero en la compra de un apartamento de paredes verdes y en comida para un perro callejero que invitó a ser parte de su hogar.
Todas las noches, ella lo llamaba por teléfono para recordarle tomar sus pastillas. Luego, decidió dejar de hacerlo.
Transcurridos treinta días él decidió llamarla. Ella lo saludó entre dormida y preguntó cómo le iba con las medicinas. Él expresó haber olvidado tomarlas e inmediatamente, colgó.
Fue a la cocina y buscó una jarra con agua.
Se sentó en el sofá junto al perro, y se puso al día con el tratamiento del mes.
Beira Díaz
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